Temprano por la mañana, a la orilla de un lago de montaña en Colorado, tres tiendas de campaña vacías alarmaron a unos turistas que pasaban. Faltaban pertenencias, la fogata se había apagado y no había señales de forcejeo. El sheriff del condado, un hombre llamado Harry, realizó una investigación superficial. Supuso que los tres amigos, Jack Garrison, Michael Randall y Thomas Fields, se habían adentrado en las montañas y podrían haberse perdido.
Registraron los senderos durante una semana, llamaron a guardabosques y voluntarios, pero no encontraron nada. A los familiares les dijeron que probablemente habían sido víctimas de un accidente o habían caído en un barranco. El caso se cerró por inexplicable y permaneció en los archivos. Once años después, se nombró un nuevo sheriff en el mismo condado.
Se llamaba Donovan y le gustaba el orden. Un día, recibió una llamada de un hombre que se presentó como asistente en una casa de subastas local. Dijo que estaba revisando las pertenencias de un guardabosques retirado llamado Ron Harvey y que había encontrado cajas con mochilas, fotografías y documentos de los tres turistas desaparecidos.


Donovan fue inmediatamente a la dirección y vio un viejo garaje lleno de cajas. Encima había una cámara envuelta en una tela gruesa y dentro tres rollos de película y un cuaderno roto. En otra caja había mapas desgastados de la zona marcada como lugar de enterramiento. Todo esto no encajaba con la versión oficial del accidente. Al ver las pertenencias personales de turistas cuyo paradero se desconocía desde hacía 11 años, Donovan sintió una descarga de adrenalina.
¿Por qué el guardabosques mantuvo todo esto en secreto y no se lo contó a la policía? ¿No se suponía que debía ayudar en la búsqueda? Su primer pensamiento fue: «Ron Harvey está involucrado o encubriendo a alguien». La nueva evidencia significaba que la versión anterior de una avalancha accidental o un ataque de animales salvajes podría ser falsa. Donovan ya presentía que había detalles más oscuros detrás.
Cuando Donovan examinó los objetos del garaje, notó un detalle en particular. En una de las mochilas había una licencia de conducir de Jack Garrison, y junto a ella, su vieja linterna con sus iniciales grabadas. Otra mochila tenía una R marcada, probablemente de Randall. También había restos secos de viejos libros de escalada y una cantimplora arrugada con el nombre de Thomas.

No parecía una colección de equipo olvidado al azar. La policía había registrado toda la zona en aquel entonces, pero nunca los encontró. El nuevo sheriff contactó con la oficina de guardabosques para averiguar quién era Ron Harvey y por qué tenía estas cosas. Resultó que Harvey había trabajado en la reserva de montaña durante más de 20 años y se jubiló poco después de la desaparición de los tres hombres.
Tenía buena reputación. Según sus registros, había participado en operaciones de búsqueda e incluso había liderado uno de los equipos. Nadie sospechó de él. Al contrario, muchos lo elogiaron por su dedicación al servicio. Donovan sintió que debía interrogar personalmente a Harvey. Tenía que encontrar su nueva dirección.
Se había establecido a unas pocas horas en coche, al otro lado del estado. Para entonces, Ron ya no era joven y tenía problemas de salud. Tras hablar con él por teléfono, Donovan se dio cuenta de que su interlocutor estaba visiblemente nervioso e intentaba terminar la conversación rápidamente. Sin embargo, accedió a reunirse, diciendo que podía explicarle por qué había decidido guardarse algunas cosas.
Mientras tanto, el sheriff abrió la caja con los mapas. Varias zonas de terreno montañoso estaban marcadas con lápiz azul. Junto a dos puntos había firmas en inglés: foso de troncos y lugar de entierro. En la parte inferior, la palabra incompleta “gris”, cortada a mitad de palabra, tal vez frontera o garaje. Parecía como si alguien hubiera dibujado una ruta desde el lago hasta el bosque abandonado.

A Donovan le preocupaba que todas las marcas estuvieran bien definidas, como si formaran parte de un plan. También se encontraron varios negativos en la bolsa. La película necesitaba ser revelada urgentemente. El sheriff llamó a un fotógrafo conocido, Tim Carlile, para que le ayudara a revelar la vieja película. Las fotos resultaron ser tomadas, a juzgar por el paisaje, en las montañas de Colorado, cerca de ese mismo lago.
Tres hombres estaban de pie alrededor de una fogata, sonriendo y saludando. Varias fotos más mostraban su ruta, algunos senderos pintorescos y miradores, pero las siguientes eran extrañas. Una mostraba la sombra de alguien tras los árboles, y otra mostraba claramente la mano de alguien en la esquina, aparentemente intentando tapar el objetivo.
La última foto era una imagen borrosa con la silueta de un hombre, pero el enfoque estaba desenfocado. Todo esto llevó a Donovan a creer que los chicos habían capturado, accidental o intencionadamente, algo muy valioso para ellos. Al revelar la película, resultó que algunas de las fotos estaban sobreexpuestas o no se revelaron correctamente.

Probablemente alguien la había rebobinado mal. Era difícil determinar con exactitud qué había sucedido. Pero una cosa estaba clara: la cámara pertenecía a los hombres desaparecidos y, por alguna razón, terminó en manos de Harvey. Con cada minuto que pasaba…Donovan estaba cada vez más convencido de que el ex guardabosques estaba jugando una mala pasada y que los tres hombres podrían haberlo encontrado esa noche.
Al día siguiente, Donovan emprendió el largo viaje a casa de Harvey. Tomó tres mochilas, una cámara y algunos mapas con notas, y partió. El viejo guardabosques vivía en una pequeña casa al pie de las colinas. La reunión fue tensa. Harvey abrió la puerta, vio todas las pruebas y comprendió que ya no tenía sentido ocultar nada. Le hizo un gesto al sheriff para que entrara, se sentó en una silla y solo le hizo una pregunta.


“¿Encontraron el lugar?”, respondió Donovan. “No, pero quiero saberlo todo”. Harvey comenzó su relato diciendo que el día que los hombres desaparecieron, él sí había participado en la búsqueda. Al principio habló de sus buenas intenciones. Quería salvarlos. Pero luego se dio cuenta de que los había encontrado en el momento equivocado, cuando no necesitaban ser salvados. Según él, había visto al grupo de tres amigos el día anterior cerca de una ruta restringida que conducía a una antigua cantera. Había acantilados que ponían en peligro la vida. Harvey les advirtió que se mantuvieran en los senderos oficiales, pero, según él, se confiaron y no le hicieron caso. Más tarde, cuando desaparecieron, Harvey supuestamente se topó con su equipo abandonado lejos del lago, un poco más arriba en la ladera.
Quería llevar los artículos a la comisaría, pero por alguna razón cambió de opinión. Donovan preguntó sin rodeos: “¿Por qué los guardaron durante 11 años?”. Harvey apartó la mirada. Se ajustó la camisa con nerviosismo y dijo que las mochilas se las habían dejado accidentalmente. Pero el sheriff sabía que eso no era lo suficientemente convincente. Le mostró fotos donde una mano cubría la lente.
Harvey se tensó y dijo: “Debió ser alguien del grupo”. Sus palabras no sonaron convincentes. Donovan notó que el exguardabosques miraba con ansiedad un mapa que indicaba el lugar de enterramiento. Entonces el sheriff preguntó directamente: “¿Sabes qué significa esta inscripción?”. Harvey respondió en voz baja que había recibido el mapa de un anciano que afirmaba que había minas y fosas olvidadas en esas zonas de las montañas donde los gánsteres habían arrojado cadáveres hace 100 años.

En otras palabras, no se trataba de un accidente natural. Sin embargo, cuando Donovan lo presionó, preguntándole por qué Harvey había hecho las marcas él mismo, su interlocutor empezó a confundirse y terminó la conversación bruscamente, alegando cansancio. El sheriff se marchó confundido. Sintió que Harvey ocultaba algo. Quizás intentaba deliberadamente desviar sospechas o borrar su rastro.
La pregunta resonaba cada vez más fuerte en la cabeza de Donovan. ¿Podrían haber sido víctimas de un delito estos tres? Ahora tenía que revisar las zonas montañosas marcadas en el mapa y encontrar lo que allí se escondía. Donovan encontró voluntarios entre los guardabosques y decidió registrar la zona marcada en el mapa como el lugar de enterramiento. En el primer lugar, encontraron restos de antiguas fogatas y mucha basura, pero nada que se pareciera a restos humanos. El segundo punto estaba más arriba, donde un antiguo pozo de mina, abandonado hacía tiempo y parcialmente derrumbado, se recortaba contra el paisaje blanco. Dentro reinaba un silencio sepulcral. Registraron cada rincón con linternas, pero no encontraron señales de presencia humana reciente. En el tercer punto, el más alejado, las montañas se alzaban abruptamente, y el camino conducía a acantilados escarpados y una zona pantanosa.

Fue allí donde uno de los guardabosques notó extraños agujeros en el suelo. Parecían cráteres cubiertos de adoquines. Al excavar la capa superior, encontraron un antiguo polen de brea y huesos de animales. Nada humano. Pero un poco más lejos, a unos 10 metros, bajo un árbol caído, encontraron un trozo de tela que parecía parte de una tienda de campaña. Un experto examinó el material.
Era la misma marca de tela que habían usado las personas desaparecidas, según sus amigos. Parecía como si la tienda hubiera sido cortada y arrastrada bajo el árbol. Donovan se quedó de pie junto al hallazgo. Mirando a su alrededor, le pidió al guardabosques que iluminara las ramas con su linterna. Allí notaron trozos de cuerda similares a los que se usan para escalar.
La cuerda parecía haber sido cortada con un cuchillo. No había rastros de cuerpos, pero la evidencia apuntaba claramente a un incidente violento. Mientras tanto, los habitantes del pueblo comenzaron a murmurar que el nuevo sheriff estaba perdiendo el tiempo con un caso viejo. Pero algunos vieron esto como una oportunidad para llegar al fondo de la verdad, ya que los familiares de los desaparecidos nunca habían creído que fuera solo un accidente.

Donovan ahora sentía que la persona que había escondido el equipo podría haber estado involucrada en la desaparición. Y lo más importante, Harvey parecía saber mucho más de lo que decía. El sheriff lo llamó para charlar de nuevo, con la esperanza de obtener una confesión. Harvey llegó a la comisaría con aspecto reacio, pero sabía que ya no tenía sentido mentir.
Durante el interrogatorio, Harvey admitió que había estado patrullando la zona alrededor del lago esa noche y había visto a tres amigos…Discutiendo con alguien cerca de la fogata. “Había otro hombre”, dijo en voz baja. Este hombre era un desconocido al que los chicos supuestamente habían insultado al pasar por el sendero.
Harvey escuchó gritos y amenazas. No se atrevió a intervenir, pensando que solo era una pelea de borrachos. Por la mañana, el campamento estaba vacío. Cuando Donovan le preguntó a Harvey por qué no lo había denunciado a la policía de inmediato, se encogió de hombros vagamente. Dijo que no quería causar problemas y que esperaba que los chicos regresaran.

Unos días después, mientras registraba la zona, encontró sus mochilas y se dio cuenta de que algo andaba mal. Pero temía que lo culparan por su inacción. Decidió ocultar los objetos en secreto para evitar una investigación oficial. Lo mismo ocurrió con las fotos. Encontró la cámara entre los árboles, reveló la película y vio un rostro borroso en la última foto.
Temiendo que lo consideraran cómplice, lo ocultó. Sin embargo, la historia sobre un extraño generó más preguntas que respuestas. Donovan pensó que Harvey estaba manipulando los hechos para evitar admitir algo más grave. Pero al menos había una pista. Tal vez los tres se habían topado con alguien agresivo que los atacó. El problema persistía.
¿Por qué alguien se llevaría y ocultaría las pruebas? ¿Y quién exactamente había organizado el entierro? Donovan decidió volver a enterrar a los testigos de aquellos años. Localizó a antiguos vecinos del campamento que recordaban haber oído ruidos esa noche, pero pocos le habían dado mucha importancia. Un turista, Raymond, dijo haber visto una luz brillante a lo lejos, como si alguien hubiera encendido una linterna a máxima potencia.

Otro pescador mayor, el Sr. Carter, admitió que temprano por la mañana vio el coche de un guardabosques pasar por la orilla, aunque las patrullas solían llegar por la noche. Esto indicaba que Harvey había estado allí en el momento crítico. Quedaba por ver qué había sucedido realmente. Donovan decidió revisar otro trozo superviviente del mapa donde un lápiz había dibujado una flecha que señalaba un claro discreto al pie del acantilado. Junto con los guardabosques, condujo hasta allí. En el lugar, encontraron una depresión seca entre las rocas. Al iluminarla con linternas, vieron fragmentos de una estructura de madera, tal vez un antiguo escondite o una caja. En el fondo había algo que parecía ropa desechada.
Tras examinar el hallazgo, identificaron los vaqueros de Thomas Field por su parche distintivo. La familia había reportado la desaparición de estos vaqueros. Cerca se encontró un casquillo de bala. Parecía que se había disparado un solo tiro justo allí. Donovan se dio cuenta de que los turistas podrían haber sido atraídos hasta allí y asesinados. El motivo seguía sin estar claro. Quizás vieron algo que no debían o se habían peleado con alguien muy influyente.

La única pista era que Harvey conocía al menos parte de la verdad, pero los cuerpos nunca fueron encontrados. Donovan solicitó oficialmente una nueva inspección de la zona con perros guía. El terreno montañoso era demasiado extenso y habían pasado demasiados años. Tras una semana de búsqueda, los perros detectaron un rastro en una de las minas abandonadas. Allí encontraron varios objetos personales, una cartera y una navaja pertenecientes a Michael Randall. Un examen más detallado reveló que la mina se había derrumbado unos 10 metros. Los expertos creían que, si los cuerpos estaban allí, sería imposible recuperarlos sin maquinaria pesada. Además, habían pasado muchos años desde la desaparición y todo rastro biológico podría haberse disipado.
Pero al menos surgieron algunos hechos. Los objetos habían estado claramente escondidos. Ningún oso ni ningún otro animal podría haber llegado allí. Todo apuntaba a la intervención humana. Donovan se dio cuenta de que no se trataba de un simple altercado. Quizás alguien había atraído deliberadamente a sus amigos a las montañas o los había atacado tras enterarse de que habían filmado algo comprometedor.
Las fotos que mostraban la mano de otra persona apuntaban a una pelea. El casquillo de bala confirmó la teoría del asesinato. Pero ¿por qué Harvey no lo había revelado todo? ¿Estuvo directamente involucrado? ¿O simplemente temía por su carrera? Donovan decidió presionarlo más. Era hora de detener este juego de secretos. Durante otra conversación en la estación, el viejo guardabosques, presionado por los hechos, admitió que efectivamente había llegado a la fogata esa noche cuando escuchó un disparo. Vio a uno de los hombres caer y a otros dos huir. El desconocido también lo amenazó, ordenándole que se mantuviera alejado. Harvey entró en pánico y se fue.
Y cuando regresó por la mañana, no había nadie. Fue entonces cuando encontró las mochilas y se llevó todo, temiendo ser acusado de complicidad. Afirmó que no podía nombrar al desconocido. Dijo que no lo conocía. Sin embargo, Donovan sintió que solo estaba escuchando una parte de la verdad, pero incluso eso fue suficiente para socavar la versión oficial del accidente.
El sheriff Donovan presentó el material a la fiscalía. Las pruebas apuntaban a un asesinato, pero sin